Enviado por Adrià a través de Google Reader:
Cada curso que empezamos es -debería ser- una nueva prueba para toda la comunidad escolar: alumnado y profesorado. "Vamos a ser más organizados, más limpios, más ordenados… Esas montañas de papeles que se acumulan en nuestras mesas y en nuestros casilleros no los voy a consentir este año…" pensamos muchas veces. Nuevo cuaderno del profesor, nuevos compañeros en el despacho, nuevos alumnos en los primeros cursos, algunos nuevos libros, algunas nuevas asignaturas, algunos nuevos cargos y, sin embargo, todo parece antiguo.
Las mismas caras, los mismos desánimos, las mismas alegrías, las mismas discusiones, las mismas prisas… Contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales que nos dejan; competencias que nos aguardan. A pesar de la máxima de Heráclito, tengo una extraña sensación de dejá viu. Siempre se ha dicho que un cirujano del siglo XVI en un quirófano de un hospital actual no sabría por dónde empezar y, sin embargo, un maestro del XVI -incluso anterior- no tendría ningún problema para desarrollar su trabajo: una pizarra, una tiza, un borrador… Todo sigue más o menos igual…
Dejémonos de cuentos: las pizarras digitales, los ordenadores, los proyectores no son ni mucho menos mayoritarios ni los utilizan los profesores actuales para los fines para los que fueron concebidos. Las TIC entran en el aula de puntillas y sin hacer ruido, no vaya a ser que se despierte alguna conciencia que alertagaba plácidamente su docencia. No es cierto que los ordenadores hayan cambiado las formas de dar una clase. Aún no. Esa situación es futura. Quizá en quinto de Primaria sea presente porque por primera vez y de forma obligatoria entran este curso los ordenadores en el aula para que nuestros alumnos los utilicen en las clases y fuera de ellas. Muchos compañeros nuestros están ya sudando tinta china, pensando en lo que tendrán que hacer este año para poder conseguir que el reto ministerial sea efectivo en la escuela. Las palabras formación, escuela 2.0 volverán a estar en boca de muchos y volverán a provocar enconados debates sobre la conveniencia o no de tal o cual equipo, tal o cual programa, tal o cual aplicación. No, no, y mil veces no. El sentido de la historia no va por ahí: hace ya unos cuantos años que algunos profesores hemos entendido -no porque nos obligue ningún decreto ley ni nos ampare ninguna nueva legislación educativa- que las tecnologías -las nuevas, las viejas, las de hoy y las de antesdeayer- son una herramienta fundamental para el desarrollo de las capacidades de nuestros alumnos. Las TIC no son el futuro, son el presente; las TIC no son el fin, son el medio; las TIC no cambian nada, ofrecen nuevos caminos, nuevas miradas.
Hace unos años en el blog de nuestras amigas Blogge@ntes –que cumple su tercer aniversario: (¡Felicidades!)- diseñé un Contrato TIC para que los alumnos -después de comentarlo y discutirlo en clase entre todos- lo firmaran, lo suscribieran y lo aceptaran. El compromiso funcionaba a medias, seamos sinceros. Los primeros días no había gestos extraños, veloces ratones desplazándose por las mesas, manos nerviosas y cabezas inquietas. Sin embargo, el segundo trimestre todo el simbolismo que los contratos educativos encierran se deshace como un helado en pleno agosto. Aun con todo, sigo creyendo que la Educación tiene mucho de gestos, de simbolismos, de contratos, por lo que, a pesar de los pesares, continuamos confiando en ellos. Ésta es la segunda edición de aquel contrato que vio la luz hace unos años y que ahora sometemos a un aggiornamento ligero para poder utilizarlo este nuevo curso escolar porque creo que sigue teniendo sentido, porque creo que puede seguir siendo útil en la utilización de las TIC. Esperemos que su compromiso llegue a ver las nieves del invierno. Así sea.
Marcos Cadenato
Cosas que puedes hacer desde aquí:
- Subscribirse a Tres Tizas con Google Reader
- Empieza a utilizar Google Reader para mantenerte al día fácilmente de todos tus sitios favoritos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario