martes, 1 de junio de 2010

Ángel Puente: un balcón abierto a la Lengua y a la Literatura

 
 

Enviado por Adrià a través de Google Reader:

 
 

vía Tres Tizas de Marcos Cadenato el 31/05/10

Ángel Puente es muy conocido en la blogosfera española porque ha impartido multitud de cursos, talleres y jornadas de Formación para el profesorado desarrollando siempre alguno de los múltiples aspectos de las TICs para el aula. Miembro activo de la Asociación Aulablog y autor del portal El balcón abierto, Ángel es un experto profesor en Multimedia -Doctor Multimedia-  y ha realizado excelentes Antologías Poéticas, además de numerosos tutoriales, materiales de ayuda y reflexiones sobre muchas herramientas 2.0 que él conoce, domina y explica a la perfección. ¡Gracias, Ángel, por tu trabajo  y por tu colaboración en Tres Tizas!

Cuando Marcos me propuso la participación en este espacio de "Tres Tizas", me entraron ciertas dudas sobre lo que puede aportar un humilde maestro de Primaria en  un blog cuyos autores y lectores son profesores casi todos, y profesores del ámbito lingüístico en su mayoría.

Al final me he decidido por repasar un poco mi trayectoria profesional (son ya más de 30 años) y reflexionar sobre los aspectos relacionados con el lenguaje y su didáctica.

Yo vengo del mundo de las Ciencias. En su momento realicé lo que se llamaba "Formación del profesorado de E.G.B." en la especialidad Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza. Bien es verdad que esa formación nos capacitaba para cualquier tramo de la EGB de entonces pero, enseguida, mi orientación y dedicación principal se decidieron por las Matemáticas y por la Segunda Etapa que se llamaba inicialmente, Ciclo Superior más adelante, que se correspondía con los cursos 6º, 7º y 8º. Los tres años finales de la EGB. Lo que ahora sería el 6º de Primaria y los dos primeros años de la ESO. Ya digo, han sido las Matemáticas y su didáctica, lo que más me ha gustado, a lo que he dedicado más tiempo y energía y en lo que, quizá, sea un poco más experto.

Sin embargo, al lado de estas Matemáticas siempre caían otras áreas. Unas por imperativo legal (las Ciencias de la Naturaleza) y otras porque había que completar horarios o porque, decididamente, las buscaba yo. Allí es donde se encuadra mi experiencia con el lenguaje. Si había que liberar al profesor de lengua de alguna hora… allí estaba yo proponiendo hacer algún apoyo con la literatura. O… como también me gustaban las artísticas, proponía que las músicas o plásticas se acercasen al fenómeno literario e intentaba encargarme de alguno de estos inventos que nos montábamos de año en año. Siempre intentando no caer en la rutina para no repetir lo mismo una y otra vez, curso escolar tras curso escolar.

Empezaré citando una anécdota, de mis tiempos de estudiante, que me marcó profundamente: la primera vez que me enfrenté a un comentario de texto fue en 1º de Magisterio. Nunca antes habíamos hecho algo parecido. La profesora nos colocó un fragmento de Camilo José Cela. El famoso "Mientras viene cayendo, desde muy lejos, la noche…" de "El gallego y su cuadrilla". 20 líneas de texto en los que no hay ninguna palabra difícil. Ninguna extraña construcción gramatical. Texto absolutamente sencillo en apariencia… Pero, hay que ver lo que se puede llegar a decir. Allí me di cuenta que no sabía leer. Que había superado todo el bachillerato con notas más que aceptables, pero que apenas sabía leer… A partir de ese momento, me enfrenté al texto escrito de otra manera. Y, posteriormente, ya en el aula, decidí que lo más importante que tenía que hacer era enseñar a los chicos a leer comprendiendo perfectamente lo que leían. Fuese el enunciado de un problema de matemáticas, un mensaje dirigido a su familia, la noticia del periódico que ese día se había metido en clase o un fragmento de una obra literaria…

La verdad es que he disfrutado enormemente de la enseñanza de la literatura. Y creo que algo de mi labor ha sido transmitida a alguno de los muchos chicos y chicas que han pasado por mis manos.
Contaré un detalle. El curso pasado, un grupo de antiguos alumnos de los que había sido tutor hacía 26 años, encontraron mis datos en Internet y me invitaron a una celebración en la que nos juntamos la mayoría de aquellos chicos y chicas y sus dos tutores: Pere, el profesor de catalán, y yo. Esos alumnos estuvieron conmigo sólo un año escolar, el 8º. Yo les di Matemáticas pero… por lo que estoy contando, también una hora a la semana de Lengua Castellana. La profesora de Lengua era otra compañera a la que le venía bien, por ajustes de horario, que yo le quitase esa hora. ¿Qué hacíamos en esa hora semanal? Pues hablar, hablar, hablar… leer, leer, leer… y comentar, comentar, comentar… Una tarea muy necesaria con aquellos chicos y chicas que en su gran mayoría tenían el catalán como primera lengua. Hacíamos unas clases eminentemente orales. El eje principal era la lectura de un pequeño libro que se tenían que comprar. Empezamos por "El camino" de Miguel Delibes. El libro era leído página a página en aquella sesión escolar. Por turnos, iban leyendo en voz alta y cada poco comentábamos. Luego, podían seguir leyendo en su casa, pero yo quería asegurarme que todos pasaban por aquella experiencia lectora y quería controlar el proceso lingüístico, emocional y vital, compartiéndolo con ellos. En el encuentro que estoy comentando (octubre del 2008) muchos de aquellos niños de entonces recordaban perfectamente las lecturas que hicieron conmigo. Luego siguieron otros libros. La condición que tenían que cumplir era ser adecuado a su edad e intereses, ser sencillo, preferiblemente corto y, sobre todo, que me gustase y que me emocionase en primer lugar a mí mismo. Esto era fundamental.

En otras ocasiones, la aproximación era a través de la poesía. La idea era coger un poema. Leerlo en voz alta. Comentarlo. Asegurarme de que todos lo habían entendido. Volverlo a leer. Recitarlo de nuevo las veces que hiciera falta, y… ¡memorizarlo! Esto era el proceso más duro. Lo más complicado. En lo que, por supuesto, protestaban más… Porque protestaban… ya lo creo que protestaban. Pero cuando lo conseguían, cuando el poema había pasado a ser completamente interiorizado y memorizado, era el momento de poderlo recitar correctamente. Y… lo tenían que recitar, claro. Y lo recitaban. Protestasen lo que protestasen.

Tanto la lectura de las pequeñas obras en prosa como las poesías intentábamos ligarlas a los viajes escolares. No había curso escolar en que no hiciésemos un viaje más o menos largo. Y en los trabajos previos de preparación del viaje siempre buscábamos referencias literarias.

Así trabajábamos, por ejemplo, "El ciprés de Silos" porque íbamos a visitar el Monasterio de Silos para colocarnos delante del ciprés y dar pleno sentido al soneto que tan trabajosamente habían memorizado. Era este poema o los "chopos del río" junto a las "curvas de ballesta" del río Duero a su paso por Soria… o los poemas de García Lorca recitados en su casa natal, el precioso pequeño museo de Fuentevaqueros. O la lectura previa en clase de "La lluvia amarilla" de Llamazares y, en uno de los viajes al Pirineo oscense, hacer una larga marcha andando para llegar a un pueblo abandonado y, en medio de aquellas ruinas y casas caídas, leer un fragmento del libro que ya habíamos destripado en clase pero que ahora era leído y, con seguridad, mucho mejor comprendido y sentido.

Otras veces, era la música la que traía el texto al aula. Era la canción. Eran los trabajos de Paco Ibáñez, por ejemplo. Protestas mil, claro. A la primera aquello no entraba. Pero había que insistir una y otra vez. Y cantar, claro. Y cantábamos todos. Yo el primero. Y al final aquello gustaba. Se había pasado de un rechazo casi unánime y violento, a pedir que les colocases las músicas y textos que habíamos trabajado en cualquier otro momento de la jornada escolar. Cuando hacíamos la "plástica" por ejemplo, como música de fondo. La primera vez que ocurrió esto, el que los mismos chicos pidiesen esas canciones obligatorias que tanto habían rechazado, yo no me lo podía creer.

Y es que la lengua es comunicación, es intercambio, es relación, es vida, es emoción.
A mí no me gusta nada la lingüística, la gramática. No la he enseñado nunca porque no la vivo, porque no la sé enseñar. Y también estoy convencido de que no es demasiado importante. Al menos en los primeros años escolares. Uno puede expresarse perfectamente sin tener apenas nociones gramaticales. No digo que no haya que trabajar estos aspectos. Pero, a mi no me gustan y creo que, en todo  caso, tienen que ser secundarios y adaptados a los niveles de los alumnos. Lo realmente importante es enseñar a nuestros chicos y chicas a leer comprendiendo y a expresarse por escrito con cierta fluidez y corrección. Pero, sobre todo, hay que intentar transmitir el amor por la lengua en cualquiera de sus aspectos o manifestaciones.

Lo mismo ocurre con la ortografía. No digo que no sea importante. Pero no es el foco principal. No debemos de darle más importancia de la que tiene. Sobre todo, no podemos frustrar, hacer odiosa la lengua porque hacemos hincapié en cosas que no tienen la importancia que a veces los profesores les queremos dar.

Yo reivindico la oralidad. La enseñanza de la lengua hablada. Y esto no se puede hacer sino hablando. Incitando a los chicos a hablar, a debatir, a expresar sus sentimientos y experiencias. Y a leer. A leer en voz alta. A leer con sentido. A dramatizar. A declamar colectivamente. A recitar poesía. A cantar.

Yo sé que esto no se hace demasiado demasiado en los centros escolares. Que se trabaja mucho más el texto escrito, la lectura en silencio, la gramática y la ortografía, y mucho menos todo esto que estoy contando. Porque probablemente es mucho más difícil de hacer, más difícil de trabajar. Es mucho más cómodo decir "leer este libro" que leerlo con ellos poco a poco, en voz alta comentando las expresiones, los giros, los significados…

Y pequeñas dosis. Es fundamental. Fragmentos cortos. De narrativa. De poesía. De teatro. Y exprimirlo hasta el límite.

Es bastante conocida la antología de poesía musicada y cantada que tengo en Internet. Sé que se usa en los centros escolares porque me llegan comentarios de profesores y de alumnos. Me llena de satisfacción el saber que este recopilatorio tiene tanto éxito. Pero yo no sé si muchas veces se hace un uso didáctico adecuado. En ocasiones se deja a los alumnos libertad absoluta para que lean y oigan cualquiera de las obras allí recogidas. No digo que haya que prohibir que lo hagan. Lo que quiero decir es que eso, una lectura libre, lo pueden hacer en su casa sin problema. En el centro escolar tenemos que explotar didácticamente los textos. Cojamos un poema y trabajemos sobre él. Leyendo, entendiendo, recitando, memorizando, volviendo a recitar ahora ya sin apoyarnos en el texto… y reflexionemos con ellos sobre los alrededores de ese poema. Sobre el autor. El momento en el que se escribió. Las razones que pudo tener para decir lo que dijo. Y unámoslo al contexto social y geográfico. Esto es, para mí, la enseñanza de la lengua.

Crédito de la imagen 1 Crédito de la imagen 2

Ángel Puente



 
 

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