Aunque esta "geolocalizado" la cultura italiana, es transportable a la mia... o a cualquiera.
Adrián.
En qué nos hemos equivocado Deseducativos by admin on 14/11/2011 17:59
Alessandro Baricco es un escritor italiano conocido y apreciado en muchos países. Esta es la traducción de su intervención el pasado 28 de octubre en la Leopolda de Florencia 2011, una especie de foro anual de la izquierda italiana. Son palabras que han causado gran impresión en su país. Se trata de una especie de confesión improvisada de los errores que ha cometido su generación, con la idea de que las nuevas generaciones no sigan por el mismo camino.
La intervención de Baricco pone sobre la mesa temas tan importantes como la meritocracia, el significado de la igualdad, o la dinámica virtuosa del riesgo, que van más allá de cuestiones políticas, y que tienen una relación directa con el mundo educativo.
Soy responsable de la traducción, en la que he intentando conjugar la legibilidad con cierta fidelidad a lo que el autor ha querido decir.
Emilio Quintana
Intervención de Baricco en Yo
EN QUÉ NOS HEMOS EQUIVOCADO
Buenas noches. La verdad es que yo había venido aquí para escuchar, pero parece que aquí es imposible estar solo de oyente. Yo no aspiro a convertirme en Presidente del Gobierno, es tarde. Hace veinte años que tuve treinta años. Mi tiempo ha pasado, las cosas que quería hacer he intentado hacerlas; tenía treinta años, muchas ideas, mucha voluntad, mucha rabia. Soy uno de los responsables del mundo que está ahí afuera. Mi obligación es escuchar, punto. Puesto que Matteo [Matteo Renzi, organizador de la Leopolda]me obliga a hablar, me gustaría decir la única cosa que puede que os sirva para algo. Hacer el repaso de algunos de los errores que hemos cometido, para que no los cometáis vosotros. O al menos, hacer el repaso de algunos de aquellos errores que he entendido que lo eran, porque está claro que hay otros que, ni yo ni otra gente, hemos comprendido todavía.
Pero algunos los recuerdo bien. Uno es que nosotros nos hemos movido siempre partiendo de la idea de que estábamos trabajando en la defensa de los desfavorecidos, de los marginados, de los sin voz, de las víctimas de la injusticia. Este es un espléndido punto de partida. Y cuando no lo reconozco en las intervenciones que he escuchado, siento que hay algo que me perturba. Pero voy más allá, porque nosotros, bajo la coartada de estos principios, y en su nombre, hemos fomentado un sistema de protección, de privilegiosy de defensas, de una zona un poco oscura e impenetrable de este país, como si tristemente todo tuviera que mantenersegracias a la mediocridad y a una cierta vocación de servilismo. No sé cómo hemos llegado a esto, pero ha pasado. No tenéis por qué cambiar el punto de partida, es el justo, pero no acabéis llegando a este resultado.
Si me esfuerzo en comprender en qué nos hemos equivocado, quizá hay un punto que vagamente me aparece con más claridad.
Pensábamos que podíamos proteger a los desfavorecidos paralizando el sistema de alguna forma, a través de una serie de derechos y tutelas que fuera firme y estable. Ahora sabemos (tanto yo como otros) que lo mejor que se puede hacer por los débiles es concederles un sistema dinámico, no un sistema garantista. No es cierto que el riesgo se cebe con el débil, el riesgo es una oportunidad para el débil. Un sistema garantista, paraliza un país, paraliza el crecimiento, paraliza el entusiasmo, la esperanza, las posibilidades de cambio. No permite la movilidad social, encadena la capacidad, es un sistema asfixiante, y el rico padece con la asfixia, pero tampoco gran cosa. El pobre, muere en la asfixia.
Otro de los errores que hemos cometido es que no hemos sabido pronunciar las palabras que se correspondían con el nombre de las cosas. Pongo un ejemplo. Sabíamos que lo mejor era que los mejores fueran los que dirigieran las cosas, pero no hemos sido capaces de pronunciar la palabra “meritocracia”, porque es fea. Pero lo peor es que no hemos sabido encontrar otra palabra alternativa, de modo que no hemos hecho aquello a lo que la palabra corresponde.
Pensábamos que la escuela era un instrumento para crear “igualdad”, pero sabíamos que de la escuela iban que salir los que tarde o temprano tendrían que tomar las decisiones en este país. De ahí otro concepto que no hemos logrado articular: “clase dirigente”. No hemos encontrado otra forma de decirlo. Y no encontrar una forma de decir las cosas, significa no hacer las cosas.
Una de las experiencias personales que encuentro más extendidas socialmente, y que es una de las cosas más deprimentes que tiene este país, es esta: que cuando te encuentras delante de alguien que tiene la responsabilidad de tomar decisiones (en la oficina de Correos, en la ópera -porque uno tiene que trabajar con ellos-, en el partido), te encuentras en el fondo delante de alguien al que le falta una educación, una escuela. No sabes por qué está ahí, pero sabes que nadie se ha preocupado de que tenga conciencia de que forma parte de lo que se conoce como “clase dirigente”.
Otro error que hemos cometido es que durante años hemos ido a remolque. Cuando los otros movían pieza, nosotros reaccionábamos. Hemos jugado toda la vida con las negras. Me he pasado media vida intentando no morir democristiano, y la otra media intentando no morir berlusconiano. ¿Os parece que eso es vida? ¿Y nuestra partida? La nuestra, la que jugamos nosotros, la que no depende de que los otros muevan primero. No os quedéis esperando a ver cómo se mueve el otro. En el partido, en la escuela, en la familia. Hay que dar el primer paso, porque el que va a remolque al final lo que busca es el pasteleo. No piensa en ganar. Y nosotros, mi generación, se ha hecho conservadora. La izquierda en la que he crecido es la cosa más conservadora que existe hoy en Italia.
¿Y sabéis por qué se ha ido siempre a remolque? ¿Sabéis por qué nos sentábamos a la mesa y pedíamos las negras? Porque teníamos miedo a perder.
Mirad, os lo digo sinceramente. He crecido en una izquierda que siempre ha querido ganar el partido en los despachos. No en el terreno de juego. En los despachos. Y ha sido muy frustrante. Nos hemos acostumbrado a que cuando el otro ganaba era porque había hecho trampa. Siempre. ¿Pero es eso posible? ¿Es posible que siempre el que gana sea porque ha hecho trampa? ¡Venga ya! Eso es estadísticamente imposible. Por Dios, ¿no será que a veces gana porque es mejor que nosotros? Ah, pero si vamos con las negras, es posible justificarse. Teníamos, no sé por qué, teníamos mucho miedo a perder, es decir, a arriesgarnos. Si no te arriesgas, no ganas nunca. Hemos arriesgado muy poco. Yo mismo he librado algunas batallas en el campo de la cultura, junto a otros, en el terreno de los fondos que se dedican a la cultura, en la forma de gestionar los recursos culturales del país.
Ahora, cuando me pongo a pensar en esas batallas, veo como una especie de lentitud. Por eso estoy aquí, porque creo que vosotros sois más dinámicos [...] A veces he intentado convencer a cierta gente de la necesidad de cambiar las cosas. Pero esa gente no habría cambiado nunca su forma de pensar, ni siquiera dedicándoles toda una vida. Porque a esa gente, lo he visto luego, no hay que convencerla. Hay que pasar de ella. Mi generación, por tanto, ya ha vivido en el miedo a perder, en la incapacidad para arriesgarse. Podéis estar tranquilos. Nunca tengáis miedo a perder, que además es algo que trae mal de ojo. Gracias.
Alessandro Baricco
(Damos la bienvenida a Emilio Quintana, Doctor en Filología Hispánica y profesor del Instituto Cervantes de Estocolmo. Forma parte del Grupo Nodos Ele, dedicado a la investigación sobre el aprendizaje en la era posdigital: http://www.nodosele.com/blog)uTube:
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